Los vecinos de los pueblos más occidentales del concejo defienden el topónimo "Les Mariñes" y reivindican su patrimonio y su paisaje
30.10.2013 | 08:09
Villaviciosa, Mariola MENÉNDEZ
"Soy de Les Mariñes, de Quintes, del pueblo más guapo de Villaviciosa". Son las orgullosas palabras de Corsino Álvarez Moreda, que sus 97 años le dan el título del vecino más anciano de la localidad. Aunque la denominación de La Marina se ha ido extendiendo poco a poco a cuenta de su castellanización para cuestiones oficiales, para los residentes de toda la vida son, sin duda, Les Mariñes. Corsino echa mano de su envidiable memoria y recuerda que hasta algunas canciones populares aluden al topónimo en asturiano.
"La Marina es lo oficial, pero para nosotros es La Mariña. Aquí somos mariñanes y a mucha honra", apunta con orgullo otro vecino, Julián Caicoya. Además, recuerda que a principios del siglo pasado, en Castiello, se fundó una compañía de baile que precisamente adoptó ese gentilicio.
Aunque La Marina la conforman los pueblos de la rasa costera maliayesa, entre el margen izquierdo de la ría y Gijón, es decir, entre Tazones y Quintueles, los que más identidad tienen y se sienten más de La Mariña son los vecinos de este último y los de Quintes, sostiene Tere Rendueles. Son las localidades ubicadas en la parte más occidental del concejo. Una de las señas de identidad de este territorio villaviciosino es la conocida como casa mariñana. Juan Rubio, otro vecino, explica que se caracteriza por tener el tejado a dos aguas y en el centro un pequeño entrante o patio que da acceso a la vivienda y a la cuadra. Agrega que "es una casa muy guapa", pero aunque actualmente aún se pueden ver algunos ejemplos con esta arquitectura, se está perdiendo poco a poco.
Hay que tener en cuenta que en la última década, estos pueblos llegaron casi a doblar su número de habitantes con la mejora de las comunicaciones, gracias al enlace con la autovía del Cantábrico, y al "boom" de la construcción, que atrajo a muchos nuevos residentes, principalmente del vecino Gijón. Por lo que estas nuevas viviendas no siguen los patrones tradiciones de la zona. Prueba de este crecimiento poblacional es que, según los datos que maneja Juan Rubio, en 2000 había 25 niños del colegio y ahora rondan los 80, lo que ha obligado a ampliar el centro educativo.
La panadería "La Mariñana" es otro ejemplo del orgullo de estas gentes de llevar la "ñ" en su gentilicio. "No queremos perderlo", destaca Caicoya, al tiempo que asienten su afirmación Corsino Álvarez y Tere Rendueles. Juan Rubio es gijonés, pero lleva 15 años viviendo en Quintes, donde se ha integrado perfectamente con el resto de los vecinos y a quien le gusta recurrir a los servicios que se ofrecen en el pueblo. "No me sale decir que soy de La Marina, sí de la Mariña", argumenta, aunque reconoce que utiliza un topónimo u otro en función del contexto. Para las cuestiones oficiales recurre al nombre en castellano, pero para las conversaciones más familiares, en asturiano. A Abel Buznego Pidal también le gusta más decir que es de les Mariñes, "como siempre fue", añade.
Aunque para los nuevos vecinos de estos pueblos emergentes sean lugares dormitorio, los oriundos tienen una gran identidad con el territorio y se sienten muy orgullosos de él. Para Julián Caicoya es una "zona privilegiada" en la que durante la guerra civil y la posguerra no se pasó hambre porque siempre había pescado para poder comer y, otra parte, se vendía. El azabache, lignito del que es rico el subsuelo mariñán, también fue clave en el desarrollo económico de estos pueblos costeros, que hoy demandan rutas para poder pasear por sus acantilados.
Las canteras de piedra arenisca fueron otro gran recurso que se explotó intensamente hasta los años 70 y aún queda una en activo. Corsino Álvarez recuerda cómo se transportaba esta mercancía en carros tirados por bueyes hasta Gijón, desde donde partían hacia Galicia. Julián Caicoya agrega que es una piedra muy apreciada para afilar y que muchas toneladas se emplearon en la construcción de la Universidad Laboral de Gijón. Es parte del desarrollo económico del que tan orgullosos se sienten los mariñanes.
Corsino Álvarez, Tere Rendueles, Julián Caicoya, Juan Rubio y Abel Buznego, en la terraza de Casa Kilo, junto a la iglesia de Quintes. Mariola Menéndez