04 diciembre 2023

Carlos, maestro

Palabras de un discípulo ante la inminente jubilación de su mentor

Xurde Menéndez Caravia, Lunes, 4 de diciembre 2023

Nada hay en la vida más maravilloso que las relaciones entre las personas. El amor entre una madre o un padre y sus hijos, la confianza entre hermanos, la entrega de güelos y güeles por el bienestar de sus nietos; son todas ellas fuerzas motrices que articulan la sociedad y nos hacen mejores a todos. La relación entre un maestro y su discípulo también también forma parte de ese grupo de interacciones sociales que mejoran a ls personas. Yo fui consciente del poder transformador de esta última cuando comencé mi tesis doctoral en el laboratorio de Carlos Otin en Universidad de Oviedo. Bastó la primera vez que entré a su despacho, atiborrado de carpetas multicolor llenas de artículos científicos que Carlos estudiaba con minuciosidad para darme cuenta de que estaba ante una persona extraordinaria.

Carlos me inculcó “la emoción por descubrir”, algo que el había aprendido del novel asturiano Severo Ochoa, y atreves de sus innumerables consejos y conversaciones sobre ciencia, hizo que un estudiantes de escuela rural, que suspendía asignaturas porque nadie entendía su caligrafía, llagase a hacer contribuciones-modestas- que intentan descifrar los innumerables secretos de la vida y las enfermedades humanas. Carlos me enseñó a pensar. Me ayudó a plantearme las preguntas científicas relevantes, y me instruyó en el diseño de los experimentos que debían realizarse para darles respuesta. No importaba la ocupación que pidiese estar, para Carlos lo primero eran sus discípulos.

Gracias a su infatigable capacidad de trabajo y a su compromiso de construir un mundo mejor. Carlos estableció un grupo de investigación de prestigio internacional en los campos del cáncer y del envejecimiento. Sus impresionantes logros científicos y su contribución a la sociedad  en general, y a Asturias en particular, son conocidos por todos. También lo son las causas que le hacen abandonar prematuramente su laboratorio de biología molecular del campus ovetense del Cristo. Por tanto, quisiera que este articulo sirviese para ensalzar algo que, aunque también es conocido por todas las personas que tenemos la suerte de conocerlo, es en mi opinión su principal virtud; su lado humano.

Desde sus orígenes altoaragoneses y con parada temporal en Madrid, Carlos desembarcó en la Universidad de Oviedo y, con Gloria de su mano, entregó su vida a formar estudiantes, mayoritariamente asturianos, en el estudio de lo desconocido. Carlos sincronizó su reloj biológico para que marcase con precisión los intereses de los demás, y construyó un laboratorio de referencia partiendo de la nada. Tanto es así que el fruto de su trabajo ha mejorado sustancialmente la vida a muchísimos pacientes de multitud de enfermedades. Parece imposible tener una vida más plena y proyectada en los demás. Sin embargo, cuando se encontraba en un momento álgido de productividad, una feroz estrategia de derribo vino para borrar la que tanto esfuerzo había costado escribir. Pero lo cierto es que ni el feroz acoso, ni el silencio insoportable de los que tenían que haber hablado y no lo hicieron, ni los intentos desesperados de convertir a los verdugos en víctimas, han conseguido su propósito. No hay persona de bien en nuestro planeta que no sienta admiración por lo que Carlos nos ha regalado.

Carlos, que es un referente ético personal y profesional para muchos de nosotros, se marcha de la Universidad de Oviedo cansado de esperar por lo que no llega. Como discípulo suyo, y como  asturiano, no puedo ocultar mi pena. Aunque sé que no se va del todo, pues seguirá trabajando incansablemente y ayudando a todo el que lo necesite, todos deberíamos reflexionar sobre el hecho de que Carlos haya optado por marcharse de la Universidad de Oviedo cuando podría haberse quedado por más tiempo.

Carlos es maestro de biología molecular de bioquímica, de genómica funcional y de muchas otras cosas, pero, sobre todo, es maestro de humanidad. Y estoy seguro de que seguirá mejorando la vida de las personas allá donde sus pasos le lleven.

Fuente EL COMERCIO