Luis Gardey, estrella del pop asturiana, actuó en El Jardín. Por aquel entonces recibía dos mil cartas de seguidoras a la semana.
Arantza Margolles – EL COMERCIO
Gijonés lo es quien lo quiere y, por eso el maliayo de Quintes Luis Gardey se le definía como tal en 1965. Era aquel el momento más álgido de su fama. Rodeado de hasta cuatro reinas de la belleza, la del Jardín, la de los forasteros, la de la alegría y aun otra más, actuó en El Jardín, y aquel evento mereció entrevista de EL COMERCIO, “Los jóvenes acudieron en un total de dos mil” para ver actuar al astro, de veintiséis años y que se había marchado de Asturias hacia apenas seis años, “He vuelto algunas veces, visitas de carácter particular, y esta es la segunda vez que actúo en mi tierra”.
Desde entonces, la fama, Gardey, huérfano temprano, tuvo que dejar de estudiar para trabajar, pero su vocación era la de cantar. A Madrid, decía por aquel entonces en páginas de este periódico, había llegado “como un vocalista del montón. Me conocieron Los Brujos, les gustó como cantaba y me invitaron a formar parte del conjunto, accedí y al propio tiempo empecé a grabar con ellos. Fueron cuatro discos. Más tarde surgieron desavenencias, Nadie se ponía de acuerdo a la hora de viajar, de tal forma fue así que nos separamos. La casa de discos conoció la noticia y quiso que yo firmara contrato con ella. Así lo hice en el 63”.
En aquellos dos maños, Gardey sacó en solitario un disco de dieciséis canciones, nueve de cuatro y ocho de dos en América, uno grande y ocho pequeños. Premio de interpretación en el Festival del Duero, Micrófono de Oro de La Juventud, disco de Oro de Información y Turismo y vencedor en la Olimpiada Musical, sin embargo afirmaba que como estrella de la canción no se ganaba tanto. “Tengo lo suficiente para vivir bien, pero nada más”, “Habrá que saber que entiende Luis por vivir bien”, matizó, en un punto y aparte, el reportero con sorna.
Con o sin dinero, el asturiano fue un auténtico fenómeno en España, y en el mundo, en aquella década de los 60, “recibo un promedio de mil cartas semanales” que contestaban diariamente un par de secretarias. Un cantante romántico, “aunque haga ye - ye” matizaba, que había ascendido de Asturias al más alto cielo de la popularidad.
Luis Gardey, con Julio Iglesias