El vecino de Quintes Javier Rivero pasa el verano en un prau convertido en aparcamiento de la playa de España
PABLO A. MARÍN ESTRADA. Martes, 21 julio 2020
Antes de que la playa de España fuese uno de los arenales más concurridos de les Mariñes, los praos que lindaban con ella no eran de los más apreciados para llevar el ganado a pastar. La yerba era buena, pero el terreno no tanto, con los regodones del pedreru y la mar muy cerca si alguna res se iba hacia allí, pero sobre todo, quedaba un poco a desmano. La familia de Javier Rivero supo vislumbrar el valor y la utilidad que podía tener uno de aquellos praos cuando la afluencia de coches a la cala comenzó a sobrepasar el espacio disponible para aparcarlos. Colocaron una pequeña cadena a la entrada de la finca y una silla, a modo de oficina, para sentarse a recaudar la tarifa por estacionar allí los vehículos.
Tras el fallecimiento de su padre, Javier sigue al frente del parking privado cada día. «Empezamos a finales de junio y acabamos el día de Covadonga. Yo suelo estar desde las nueve de la mañana hasta las diez de la noche. No voy a comer a casa, traigo un bocadillo o pico algo por aquí por los bares», explica. Tiene la competencia en el prau de enfrente, pero afirma que en la práctica no es tal: «Llevámonos muy bien y si marcha él, vigílo-y yo el aparcamientu, y él haz lo mismo col míu. Ayudámosnos si alguno se queda sin cambiu. No hay rivalidad», desvela este vecino de Quintes acerca de su fuente de ingresos durante el verano. La tarifa, 3 euros por toda la jornada y un máximo de cien vehículos: «Menos, si hay caravanes, por eso a mí no me gusta que entren», precisa el propietario de la finca. «La mayoría ye gente que vien prácticamente todos los días y el resto de todes les partes. Esti añu están viniendo muchos de fuera, de Madrid, Navarra, Galicia, de tolos sitios. Extranjeros, sin embargo, vense pocos», es su impresión de cómo está yendo la temporada en la playa maliaya.
Por aquí llegan cada mañana surferos, con sus tablas, escuadrillas de moteros o algún pescador de roca dispuesto a amortizar el día con el disfrute de la playa. Javier confiesa con segura naturalidad no haberse dado un baño nunca en ella ni sentir el deseo de hacerlo, por mucho calor que haga: «No, eso no ye lo mío. Yo vengo con la caña alguna vez o a por llámpares. Ye lo que me gusta». Arriba en Quintes tiene ganado: «Ovejas y vacas de carne. Aunque esté aquí tol día puedo seguir atendiéndolo». Bajo una sombrilla, en la silla donde descansa en los momentos de parón, una lata de refresco y un bote de gel desinfectante. El objeto, casi invisible ya por familiar, como la mascarilla que lleva puesta Javier, nos recuerda que este es un verano distinto a todos los otros. «Yo miedo, ninguno. Tengo la careta y ahora todos la traen. Miedo a que venga más flojo».
Fuente: EL COMERCIO
|
Javier Rivero, en su aparcamiento de la playa España. CAROLINA SANTOS |