03 diciembre 2013

A Les Mariñes no hay quien las conozca

La población crece en los pueblos de la franja costera, aunque la mayoría de los vecinos trabajan fuera y se ha perdido la actividad de hace un siglo en las canteras, el azabache, la ganadería y la pesca 
03.12.2013 | 05:20 -Quintes (Villaviciosa), Mariola MENÉNDEZ
Aunque el paisaje se mantiene predominantemente rural, las explotaciones ganaderas en Les Mariñes han sido sustituidas en gran parte por las urbanizaciones de adosados o casas con jardín. Sólo funcionan profesionalmente las cuadras con más de 100 reses. 
Les Mariñes de Villaviciosa, una de las zonas más pobladas del concejo, ha cambiado y mucho. La actual actividad económica poco tiene que ver con la de finales del pasado siglo. Entonces, el azabache, la pesca y la explotación de las canteras de roca caliza constituían segundas actividades que complementaban a la principal, la ganadería. Actualmente, aquellos trabajos que incrementaban los ingresos de las familias mariñanas casi se han extinguido y la dedicación al ganado vacuno ha caído también drásticamente. Los vecinos de estos territorios de la rasa costera maliayesa son, en gran parte, jubilados y quienes están en activo, trabajan en grandes núcleos de población como Oviedo o Gijón e, incluso, Villaviciosa capital. O ejercen profesiones como albañilería, fontanería, carpintería o transportistas, en su mayoría, como autónomos. 
Julián Caicoya y José Antonio Rodríguez Menéndez son dos vecinos de Quintes que han vivido esta evolución y desarrollo económico en Les Mariñes, bien por experiencia propia o bien por la de sus familiares. Aseguran que las canteras fueron claves en estos territorios y fue alrededor de 1955 y 1956 cuando tuvo lugar la actividad más intensa, coincidiendo con el fin de las obras de la Universidad Laboral de Gijón. También exportaron mucha piedra arenisca a Galicia, donde se empleaba principalmente para afilar instrumentos de corte, debido a su contenido en sílice. En Quintes hubo unos tres yacimientos en Peñablanca, otra en La Llastra (barrio del Medio) y en Quintueles estaban el de El Forcón y la de Constante Doroteo, que era el abuelo de los gemelos Teo y Gerardo Morís, quienes todavía hoy siguen explotando la única cantera que queda en activo en la zona. 
José Antonio Rodríguez trabajó en una de estas explotaciones de arenisca desde los 15 años y hasta que cumplió 40. Rememora que "daban trabajo a mucha gente", a pesar de que fuera una labor dura y que afectara a la salud, pues el sílice causaba silicosis, asegura. "Era una fuente de ingresos importante", apunta, y ejemplo de aquel esplendor son las construcciones de la zona en las que se emplearon esta piedra, que destacaba por su calidad. 
Su declive llegó a partir de los años 80 debido a los altos costes de producción, las restricciones legales y los requisitos exigidos para su explotación, explica Rodríguez. Julián Caicoya añade que la entrada en el mercado de roca arenisca tratada y más barata, aunque de peor calidad, hizo el resto. Aquellos años fueron dorados, pues los vecinos de la zona lograron hacer dinero. "Se ganaba más que en la agricultura", apunta Rodríguez. El jornal rondaba 40 de las antiguas pesetas (0,24 euros) al día y en 1954 podía alcanzar las 50 (0,30 euros). "En El Forcón llegaban a ganar 100 pesetas (0,60 euros) diarias", destaca. Toda una fortuna para la época. 
Pero el subsuelo de les Mariñes de Villaviciosa no sólo es rico en caliza, también lo es en azabache. Esta industria fue "importantísima" en la zona. No en vano, este lignito jurásico está considerado el mejor del mundo, junto con el de Whitby (Inglaterra), ya extinguido. "En los siglos XVII y XVIII, en les Mariñes se pasaba del centenar de mineros", explica Julián Caicoya y añade que en 1700 se creó una cofradía de azabacheros. También eran numerosos los yacimientos que había en estos territorios y estaban ubicados "cerca de los acantilados, con la boca mirando hacia el mar para que desaguara bien", añade. En aquella época fueron muchas las toneladas que salieron de las entrañas de la tierra maliayesa camino de Santiago de Compostela (Galicia) e Inglaterra. En estos momentos, podría ser una actividad en auge, pero la falta de materia prima, ya que la crisis ha retrasado la reapertura de una mina en Oles, lo impide. José Antonio Rodríguez es un artesano aficionado, lo que en 1990 le llevó a participar en la III Semana Cultural de Asturias en Suiza. 
La pesca fue otra actividad secundaria que ayudó a la economía doméstica en el siglo pasado. La mayoría de los vecinos tenían una lancha o iban al pedrero a por sus capturas. 
El padre de Julián Caicoya, Belarmino, salía con su pequeña barca de remos y en ella llegaba a traer hasta 40 kilos de centollos. Con la caña cogía julias y cabras, principalmente. "La gente pescaba mucho porque había mucha pesca", apostilla. Tanta que el tío de José Antonio Rodríguez, José Valiente, necesitaba ayuda de la familia para descargar el pescado. "Es otra cosa que se está perdiendo, sólo quedan los aficionados. Las restricciones tienen la culpa", afirman ambos. 
Estas actividades fueron complementarias a la ganadería y la agricultura, pues casi todas las familias tenían una pequeña explotación. Hoy sólo pueden tener cierta rentabilidad si superan las cien reses. En Quintes, cuadras de esa categoría sólo quedan dos. 
Entonces, ¿cuál es actualmente la principal actividad económica de la zona? "Ésa es la gran incógnita", responde Caicoya. "La mayoría son jubilados y muchos, jóvenes que trabajan en las ciudades, pero viven aquí. Otros tienen oficios como transportistas o albañiles". No obstante, es de los que piensa que el futuro de estos territorios pasa por la vuelta a la agricultura y la ganadería, aunque defiende explotar más el filón turístico. Por lo que ve necesario potenciarlo con una senda o miradores que permitan disfrutar de los impresionantes acantilados de la zona. 
José Antonio Rodríguez Menéndez critica el desarrollo urbanístico de estos últimos años, que incrementó notablemente la población gracias a la mejora de las comunicaciones con la construcción de la autovía del Cantábrico y su proximidad a los grandes núcleos. Rechaza la "masificación de viviendas junto a la carretera y que el resto de fincas, que no son edificables quedaran en desuso".
Teme que si se sigue abandonando el campo, "acabarán siendo matorral". Caicoya también aboga por un mayor equilibrio y evitar las concentraciones únicamente en determinadas zonas.
Fuente : http://www.lne.es/

Vacas en una explotación en Quintes
José Antonio Rodríguez, con su colección de azabache
Julián Caicoya, junto a mobiliario exterior de piedra arenisca