José Álvarez Pidal (Pepe) |
Esperan, charlan en voz alta de
sus cosas y de pronto un ruido característico, por todos conocido, se percibe
por los allí presentes.
Aparece traqueteante por la
carretera de Barrio del Medio, un vehículo de gran tamaño, en parte autobús y
en parte furgón, ya que está acondicionado para transporte de viajeros y carga
de mercancías.
Es la camioneta de Pepe que en su
parte delantera lleva un gran rotulo que dice así: “Autos Pidal – Quintes –
Gijón”.
Es lo que aquellas personas
esperaban. La camioneta se detiene con chirriante ruido de frenos. Por el tapón
del radiador sale un hilillo de vapor de agua.
Elisa García |
José Álvarez Pidal- Pepe- fue un
hombre con iniciativa y visión de futuro. Solicitó y obtuvo la exclusiva de la
línea de viajeros y mercancías- como ya se ha dicho, pues la mayoría de los
usuarios llevan para vender en la ciudad productos de sus cosechas y pequeños
animales vivos, puesto que los posibles compradores desconfiarían si dichos
animales se les ofrecieran sacrificados.
Pepe, orgulloso de su actividad y
de sus vehículos, era comprensivo con la impuntualidad de alguno de sus
viajeros. Si se despistaban, sobre todo a la hora del regreso, retrasaba la
salida, no sin dedicarles algunos improperios, pero en ningún caso partía sin
ellos.
Autos Pidal para todo evento |
¡Y qué carreteras! La de Quintes
hasta la Venta de la Esperanza, era un mal camino sin asfaltar, abundante de
baches que sacudían al viajero en su asiento durante el trayecto.
Un viaje “normal” de Quintes Gijón, duraba más o menos una hora y media.
El motivo eran las detenciones en los lugares de costumbre: “Casa Lozana”,
“Casa Lalo”, “Venta de la Esperanza”, fielato de Quintueles, fielato de
Cabueñes, “Casa Espicha” en Somió, fielato de Somió y por fin ¡Gijón!
El bar Vigil frente a la playa de San Lorenzo era el final del
trayecto para los viajeros.
Los años cuarenta de José Álvarez Pidal |
De paso adquiría para las ciertas
cosas que necesitaba para poner a la venta en el establecimiento que tenía en
su casa de Quintes, -“Casa Pepe”- atendido por la esposa Elisa García en su
ausencia, y por el mismo al regreso de sus viajes.
“Casa Pepe”, era un chigre de la
época, se vendían artículos de primera necesidad, escobas, madreñes, jabón,
etc. al propio tiempo se servían copas de coñac, anís, se escanciaba sidra y se
vendía tabaco.
¿Que era el fielato? Pues ni más
ni menos que un control de de productos, que pagaban impuestos antes de ser
vendidos en la ciudad.
Pepe en el Muro de San Lorenzo |
Una anécdota. Cierto día, en el
fielato de Quintueles, “Autos Pidal” se detiene, como siempre y Serafín- el fielateru-
que es quien realiza la comprobación de lo que cada viajero lleva y si tiene
que abonar por eso la tasa correspondiente- sube al vehículo, Serafín, como
funcionario de la administración, viste uniforma gris, gorra de palto y lleva
un bolso de cuero en bandolera, en el que guarda el dinero que recauda. En su
mano un manojo de “tickets” que da como justificante de pago.
-Buenos días- exclama Serafín, e
inicia su recorrido por el interior de la camioneta.
-Hola Serafín- le responden los
viajeros; se conocen mutuamente, tanto los viajeros a él como él a los más
habituales.
Va cobrando por cada distinta mercancía; veinte céntimos por gallina, veinticinco por docena de huevos, treinta por conejo, etc.
Va cobrando por cada distinta mercancía; veinte céntimos por gallina, veinticinco por docena de huevos, treinta por conejo, etc.
-Señora ¿Qué lleva en la goxa?
-Cuatro docenes de güevos.
En realidad lleva diez docenas,
pero el “fielateru” da por buena la cantidad y no lo comprueba.
-¿Y pollos, lleva alguno?
-¿Y pollos, lleva alguno?
-¡Hay, non fiu! ¡morriéronme tos
de la peste!
Hay suerte de que hace rato que
ha amanecido y los pollos no sienten necesidad de cantar.
Cuando el funcionario llega a la
tercera fila de asientos, una señora vestida de ropaje negro y pañuelo del
mismo color a la cabeza, esconde con el pie debajo de sus ropas una caja de
cartón de mediano tamaño atada con cordeles.
Son viejos conocidos y Serafín se
dirige a ella preguntando:
-A ver, Carmina ¿Qué lleves ahí
entre les piernes?
´Home,¡ Serafín, por Dios! Con
los años que tienes, ¡tovia non lo sabes?
La carcajada en el vehículo es
general y Serafín sonríe.
-Bueno, ¡vayamos en serio! ¿Qué lleves
ahí?
-Cuatro fabes y un poco compangu…
¡pero non ye pa vender! Ye pa la mio fia que tá csá en Xixón… ¡y el hombre gana
cuatro perres! ¡Nin me fas facer pagar por ello!
Y Serafín, con una mirada de complicidad, continúa su inspección que aun duraraá un buen rato. Al regreso no es necesario parar en los fielatos, pero como los lugares de parada habitual coinciden con establecimientos de bebidas como son: “Casa Espicha”, donde se aprovecha para repostar gasolina, ya que allí hay un surtidor, “Casa Maquina”, “Casa Ciprión”, “Venta de la Esperanza”, “Casa Lalo”, y “Casa Lozana”. En algunos de estos chigres, Pepe convida a alguno de sus viajeros a un culin de sidra o un vaso de vino, que él también bebe, para acto seguido reemprender la marcha.
Nicasio el de Cristencio |
Pepe hijo |
Esta fue la aventura "mariñana",
una de tantas que merece ser recordada.
ROBERTO RODRÍGUEZ PIDAL
Publicado por: “El libro del siglo
XX en Villaviciosa” coeditado por la Asociación CUBERA y Ediciones LA OLIVA en
el año 2002.