El edificio se encontraba en el
lugar conocido como "La Ferrería", en la parroquia de Arroes,
a orillas del rio España, en una desviación hacia el sur de la carretera
de Gijón a Villaviciosa, a cuyo municipio pertenece.
Madoz dice que por la parroquia
de Arroes pasa el rio Arroes o España sobre el cual hay “un castillo o torreón
llamado la Herrería”. Tiene, sigue diciendo, “una sola puerta pequeña, una
ventana reducida y varias troneras, hubo en este edificio a fines siglo pasado
una fábrica de hierro, que aún recuerdan haber visto algunos ancianos de esta
feligresía y de las inmediatas; hoy no ofrece utilidad alguna, y es de
propiedad de los herederos del Sr Jovellanos”. Los datos de Madoz nos hablan de
una ferrería de indudable antigüedad en la que, como en otros muchos casos,
existe una torre como signo de la jurisdicción que sus dueños tenían sobre el
conjunto de sus propiedades: ferrería, monte, aguas.
La ferrería existía en los
primeros años del siglo XVI. En 1512 doña Isabel de Valdés vendió la sexta
parte de la misma a Juan García de Jove. De este pasó a su mujer Isabel Ramírez
y a su hijo Gregorio García de Jove, en cuyas manos estaba en 1538, aunque
probablemente no toda. Al año siguiente sabemos que una avenida el 9 de octubre
la arruinó. Quizá la reconstrucción por estos Jove, comerciantes adinerados,
fue lo que les permitió hacerse completamente con ella. De hecho, unos años más
tarde, Gregorio García de Jove “El Viejo” y su mujer María González de Bandujo,
cuando en 1548 crean su mayorazgo, entre los bienes que vinculan incluyen “más
las nuestras tres herrerías que tenemos en el rio de Peón, e Dueñas, es a saber
la herreria de Dueñas con su torre y edificios (…) las cuales dichas tres
ferrerías vinculamos en el dicho mayorazgo”.
Es decir, que por entonces no
solo poseían esta de Dueñas sino también las de Peón. Gregorio García de Jove
fue escribano del ayuntamiento de Gijón y, a tenor de un escrito de hacia 1544,
persona muy poderosa de la que dice dicho escrito que “trata en vino y en otras
mercaderías y tiene tres herrerías que labran hierro y otras mercaderías a los
vecinos de dicho concejo la tercia parte más de lo que vale lo que hace por
tener todos los oficios del dicho concejo de su mano y como es escribano del ayuntamiento
los vecinos le compran por hacerle placer sin necesidad de ello “. Dos de estas
ferrerías eran las de Peón, la otra la de Dueñes. A estas ferrerías de García
de Jove se refiere un pleito de 1557 que menciona la venta de 200 quintales por
280 ducados, que el mercader Pedro de Bueres hace a Gonzalo de Tineo, regidor de Gijón 2859.
La ferrería siguió en manos de
esta familia durante el siglo XVI. A finales del siglo la heredó su biznieto, Fabián
de Jove, que se casaría con su prima María Ramírez o de Alas, propietaria de la
de Deva. Esta, en su testamento de octubre de 1621, recuerda como arreglo la ferrería
de Dueñes para lo que tuvo tratos con un vizcaíno al que le quedó a deber cien
reales. Dos años antes, en 1619, ya viuda de Fabián de Jove, dejaba a su hija
doña Lucia de Jove como dote por su matrimonio con don Francisco de Llanos
Tejera, todos los bienes, casas, ferrerías, heredades y molinos pertenecientes
al vínculo y mayorazgo de Gregorio García de Jove, herencia de su marido. Es
decir, que Lucia recogía los bienes de ambas familias y por tanto se unían en
una sola mano las ferrerías de Dueñes, Peón y Deva.
Un hijo de este matrimonio,
Francisco de Llano Jove en 1649 reconoce deber al vizcaíno Juan de Bengoechea
“cien ducado del salario del tiempo que fue tal aroca en la ferrería de Dueñes.
Este Francisco mantuvo en 1681 un pleito con los vecinos del valle de Peón,
Rozadas, Nievares, Candanal, Sariego y San Justo (Villaviciosa) por el uso y
aprovechamiento de los montes de Osil, Veguellina, la Pescar, Pelepotros y
otros del citado concejo, con sentencia favorable ante el gobernador del
Principado, por lo que los vecinos apelaron a la cancillería de Valladolid en
1684. Estos alegaban que los montes eran realengos y concejiles, mientras que
Francisco sostenía que era parte del foro que, para la ferrería en los montes,
aunque declara al concejo de Villaviciosa como propietarios de los mismos, y
que sus vecinos tenían derecho a los aprovechamientos.
Cuando muere en 1691 recordará en
su testamento que gastó diez mil ducados de la dote de su hijo en obras de sus
casas y en la reparación de la ferrería de Dueñes, “que estaba con gran
necesidad y remedio.
Desde el siglo XVIII estos Llano
Jove serían más conocidos por el apellido Jovellanos, a los que seguía perteneciendo
la ferrería. Un descendiente de aquel Francisco, Francisco Gregorio de
Jovellanos contraería matrimonio en 1731 con doña Francisca Apolinara Ramírez
de Jove, hija del primer marqués de San Esteban
del Mar, propietario de la ferrería de Deva, como ya sabemos, En 1748
este Francisco Gregorio Jovellanos arrienda Dueñes por 9 años a Cipriano Menéndez
Valdés, quien se concierta con los vecinos del lugar para que le entreguen
4.550 cargas de leña que le han de dar en los cinco primeros años. Contrata a
algunos vecinos la elaboración de carbón de castaño “bien hecho y cribado”, que
elaborarían desde marzo a San Miguel, corriendo a cargo de los carboneros “el
montazgo, hechura y acarreto”.
El Catastro de Ensenada dice que
es de este don Francisco y la da utilidad 1800 reales de renta al dueño y 4000
al arrendatario, todo lo cual suma 5.800 reales. La ferrería, como otras de la
costa, utilizaba vena de Somorrostro y es frecuente encontrar ferrones vascos
oficiales de la misma. Ya hemos visto al aroza Juan de Bengechea en 1649. En
1755 el arrendatario Cipriano Menéndez ajusta la labranza del hierro con el aroza
Pedro Apasteguia, vecino de Amandi, y el tirador Pedro Martínez, vecino de San
Juan de Pendones (El Franco), obligándose estos a comenzar el trabajo “para las
primeras lluvias y aguas que sobrevienen después de San Miguel de septiembre y
luego que vengan otros dos oficiales que se esperan de la provincia de Guipúzcoa,
a quienes así el dicho aroza y el referido don Cipriano los tiene encargados”.
La ferrería trabajaba, aproximadamente, desde esa fecha hasta Santiago apóstol,
a finales de julio.
En el testamento de Francisco de
Jovellanos, de 17 de noviembre de 1766, refiere muchas cosas interesantes sobre
a ferrería. Que la labranza del hierro estaba a punto de comenzar (estamos a
mediados de noviembre), que para ello ya tiene vena y carbón para fabricar 600
quintales de hierro que al precio regular que se vende, pueden valer 50.000
reales, dinero que quiere que una vez pagados los oficiales se utilice para
desempeñar todas las deudas. Recuerda que la ferrería la lleva un mayordomo, al
que se paga 360 reales al año y que desde 1757 lo es Luis de la Rionda y antes
Cipriano Menéndez hasta su fallecimiento en ese año, quien dejó la ferrería con
todas las herramientas necesarias para su funcionamiento.
Jovellanos la cita en sus diarios
en 1795.1796, al hablar del hierro que pensaba utilizarse en la fábrica de
Trubia: “¿No se sabe que las descubiertas por Vallejo en Castañedo Del Monte, y
fueron ensayadas en la ferrería de mi hermano, son malas, agrias, sin lija, y
de escasísimo producto?”. Quiere decir que la ferrería aun funcionaba y era
propiedad de su hermano, Francisco de Paula. De hecho en 1796 el mencionado
Francisco Vallejo, director de Trubia, se refiere a ella en un informe con el
que pretendía conocer la calidad de los hierros y la posibilidad de usarlos
para la fábrica de fusiles. Poco después, probablemente por la muerte de su
hermano en 1798, pasó a ser propiedad de don Gaspar de Jovellanos, pues en
abril de 1799 habla de una proposición a los Rodríguez de las mesadas “sobre
400 fanegas de grano que tengo entrojadas y la labranza próxima de hierro, que
llegará probablemente a 300 quintales”, Esta producción es la mitad de la de
cuarenta años antes, quizá por falta de combustible. Por esa razón dejó de
funcionar probablemente a principios del siglo XIX, como recuerda Madoz.
La torre, al igual que la
ferrería, estaba en la margen derecha del rio, muy cerca de donde se ubica el
puente de Catargudi, derruido en la actualidad, por el que se podía cruzar el
rio en dirección a Quintes. Así pues, todo el conjunto se encuentra en una
situación que permitirá un absoluto dominio de la vía de comunicación tan
utilizada en su día. La torre, que conserva dos fachadas incompletas, es de
planta cuadrangular y su construcción se compone de sillarejo en el remate de
los muros. La parte inferior es de mampostería, empleándose también sillares
para la enmarcación de los vanos. En su estado original pudo alcanzar una
altura de cuatro pisos, pues en el lienzo Este se aprecian tres alturas y el arranque
de una cuarta.
Son de destacar, asimismo, la
existencia de diversas saeteras dispuestas en diferentes puntos de las tres
alturas.
Por lo referente a la propia
ferrería, de ésta solo se conservan restos de los muros laterales, construidos
a base de mampostería de baja calidad. En el estado que se encuentra, resulta
difícil definir el espacio en el que se realizaban los trabajos, así como la
ubicación de distintos elementos.
Si se puede apreciar la
terminación de la canal, que se pierde bajo tierra a través de un cubo. En las
inmediaciones de la ferrería, se puede apreciar una gran sedimentación que se
hace más notoria en las orillas del rio donde se pueden encontrar todavía
restos escoria. Esta acumulación de sedimentos podría dar lugar a que otros elementos
de la ferrería estuvieran enterrados, como puede ser el caso del canal de
desagüe u otros espacios anexos.
Sobre el tiempo que estuvo en
funcionamiento, hay que remitirse, igualmente, a los trabajos publicados sobre
este lugar. Así, en el Diccionario Geográfico de Pascual Madoz (1845-1850) se
detalla que hubo una fábrica de hierro a fines del siglo pasado que aun recuerdan
haber visto algunos ancianos de la feligresía. Igualmente, señala la propiedad
de los herederos de la familia Jovellanos. Esta propiedad data de un foro
perpetuo del Monasterio de Valdedios a dicha familia, la cual pagaba 5.000
maravedíes en 1856. Y, a su vez, le arrendarían a las gentes que la pondrían en
funcionamiento, casi con toda seguridad, de procedencia vasca.
La ya conocida Desamortización de
Mendizábal hace pensar que en los primeros años de este siglo la ferrería había
caído ya en desuso. Así lo refleja Francisco de Padua Caveda en su obra Descripción
Geográfica e Histórica del Concejo de Villaviciosa.
ESTADO: Hay restos del torreón,
que conserva dos fachadas incompletas; de la ferrería solo algunos trozos de
muros.
(PUBLICADO EN EL LIBRO DE LAS FIESTAS DE ARROES DE 2023)
Fotos Quintes Mirador del Cantábrico
Muros de la ferrería |