15 agosto 2023

La aventura de dos emprendedores de Quintes

Cine Alonso (1950-1972), Publicado en el libro de las fiestas de San Juan de Castiello de la Marina

Cine Alonso

Este año, esta sección, donde solemos recordar a vecinos que formaron parte del día a día del pueblo y son historia del mismo, va dedicado al cine Alonso, ese añorado local que tanta alegría y distracción dio en Venta de las Ranas. Gerardo, el alma máter, junto con su esposa, Lola, promotores de aquella atrevida iniciativa, hace muchos años que ya no están entre nosotros, por lo tanto, sirva esta pequeña reseña como recuerdo hacia ellos.

Cuentan de Gerardo Alonso  que era un hombre muy decidido. Natural de Quintes, se casó con su vecina Aurora Tuero, “Lola”, y empezó a trabajar en Llorea para los Vereterra, llevando leche en una “xarré” a Gijón. Se habían hecho con una pequeña casería en Quintes, pero él aspiraba a algo más. Les gustaba la vida rural, así que compraron una propiedad en La Cabaña (Arroes). Allí se establecieron con sus dos hijos, una niña y un niño.

Gerardo y Lola en viaje de novios

Un día, un cuñado suyo le pidió que fuese a ver una pequeña casa con prau que se vendía en Venta Les Ranes y por la cual estaba interesado. Finalmente, el cuñado no se decidió a comprarla, pero a Gerardo le empezó a rondar por la cabeza una idea y acabó comprándola él. Como dijimos antes, cuentan que era muy decidido y con mucha vista de negocio. Así fue que, un día, llegó a casa y le dijo a su mujer “vamos a poner un cine en La Venta Les Ranes”.

No era mala idea la de Gerardo, pues Les Ranes era el punto geográfico ideal, lugar estratégico que concentraba toda clase de comercios y rodeado de pueblos. Lola casi no tuvo opción de opinar, pues Gerardo ya había solicitado la licencia.

Cuentan que Manuel Moris, ”Limpias”, respetado comerciante de Les Ranes, al enterarse de que Gerardo había pedido licencia para un cine, fue el a solicitar otra para hacer uno en el bajo de Les casones. Pero, por aquel entonces, no se permitía más un cine en un radio geográfico determinado. Ya había uno en Quintes, llamado Cine La Marina, y otro en Argueru.

El proyecto de Gerardo empezó a fraguarse y construyó en aquel sitio, donde había una casuca con prau, un elegante edificio que constaba de cine y vivienda, a donde fueron a vivir Gerardo y Lola.

En 1950 abrió sus puertas en Venta Les Ranes el Cine Alonso. En sus inicios la programación constaba de baile todos los domingos y después una función cinematográfica. En aquellos bailes solía actuar David el de Careñes con alguno de sus hijos, y se solía llenar de juventud de todos los pueblos de alrededor. Posteriormente se centró solamente en funcionar como cine y ofrecía dos funciones todos los domingos. El perfil del público también cambió, predominando, sobre todo, parejas ya no tan jóvenes.

El cine iba viento en popa y en él estaba involucrada toda la familia. Gerardo era el que estaba en la puerta y su hija, después su nuera, eran las encargadas de la taquilla donde, en los inicios, empezaron vendiendo lasa entradas a 4 pesetas en banco y 6 pesetas en butaca. El hijo de Gerardo, Joaquín, era el maquinista. A menudo tenían que llamar a Obaya, el conocido técnico de Villaviciosa, quien le hacia las reparaciones necesarias al proyector Ossa, además del mantenimiento, que solía ser un fusible o alguna lámpara. Joaquín recuerda lo habilidoso que era Obaya. Cuenta que venía en un Biscuter que el mismo había modificado, acoplándole la marca atrás. Además, reparaba el proyector sin sacarse las manos de los bolsillos, pues simplemente se limitaba a darle a Joaquín las indicaciones precisas para que él realizase las reparaciones oportunas.

El cine también tenía cantina y la explotaba el popular Pepe Caelles, de Arroes, que también era fotógrafo. Las películas venían en bobina de 2.400 metros aproximadamente y, en mitad de cada función, había un parón para cambiar la bobina. Un habitual espectador siempre era el medico de Les Ranes, D. Agustín Foyaca, quien siempre tenía reservadas dos butacas.

Las películas de más éxito solían ser las folclóricas como Carmen Sevilla, Lola Flores etc.… aunque también había alguna considerada por la censura poco apta para menores. Aun así, los matrimonios solían llevar  a los niños consigo. Era frecuente que hubiese alguna inspección y, en esos casos, era Lola la encargada de reunir rápidamente a todos los niños en la cocina.

Cartel de una de las películas proyectadas

Desde el punto de vista de la era que vivimos actualmente, en la que las redes sociales ofrecen el mejor y más rápido método de divulgación, resulta curioso conocer la forma mediante la cual publicitaban la función de una semana para otra. Y no era otra que escribiendo la programación con tinta china en un vidrio, el cual se colocaba delante del proyector y exhibía en la pantalla el texto escrito. Así, los asistentes sabían que película se iba a proyectar al siguiente domingo. También era habitual salir a empapelar con carteles los pueblos de alrededor, sobre todo cuando se promocionaba alguna conocida y esperada película.

Cabe recordar también que Gerardo, aparte de vivir del cine. Lo complementaba con todo tipo de trabajos, entre los cuales destacaba como cantero. Trabajaba a menudo con Bautista, el de La Moyada.

El Cine Alonso funcionó como tal hasta 1972. Los medios propios de locomoción empezaron a generalizarse y la gente comenzó a ampliar su radio de esparcimiento, concentrándose más bien en las grandes poblaciones. A ello también favoreció la llegada de los televisores a las casas particulares.

Tras veinte años de funcionamiento, llegaron a proyectar en color y las entradas llegaron a costar 12 pesetas. Joaquín, el hijo de Gerardo, recuerda que la película más taquillera de la historia del Cine Alonso fue, sin duda, Quo Vadis (1951), que duraba tres horas, es decir, 4000 metros de bobina. Aun hoy en día rememora como tuvieron  que refrigerar el motor proyector poniéndole trapos de agua fría, pues calentaba inevitablemente al tener que proyectar dos funciones seguidas. La cola de gente llegaba hasta el cruce de Les Ranes, y en las dos funciones fue necesario abrir las puertas para que se pudiera ver la película desde la calle.

Tras dejar de ejercer como cine, empezó a funcionar como teatro y sala de baile, en la cual era habitual que actuase la orquesta Bonanza de Tornon. Compañías artísticas o canción asturiana eran también programación habitual. Los populares cantantes José Noriega y Celestino Rubiera solían ser invitados asiduos. Triste e inevitablemente, terminó llegando el fin del Cine y Teatro Alonso. Gerardo y Lola continuaron viviendo allí hasta que ella falleció. Después, Gerardo se fue a Quintes, a casa de su hija. El local, aquel que tantas alegrías dio a toda la población de Les Mariñes, estuvo muchos años cerrado, en un constante e inevitable deterioro hasta que, a principios de los 90, fue vendida la propiedad. La familia Alonso Tuero lo tuvo muy claro: el único elemento que quisieron salvar fue aquella máquina de proyectar marca Ossa que, incansable durante dos décadas, vio pasar por sus entrañas kilómetros y kilómetros de bobinas, alegrando la vida de Les Mariñes. Aun hoy en día la siguen conservando.

Proyector
Desde la Asociación de Vecinos de Castiello damos las gracias a Joaquín Corsino, hijo de Gerardo y Lola, por prestarnos unos instantes de su tiempo y ofrecernos gran parte de esta información.