04 mayo 2023

Acoso y acosadores



La falta de protocolos eficaces ante un grave problema en las aulas

Conmueve estos días a Gijón la trágica noticia del suicidio de una joven, exalumna de La Asunción, que dejó una carta manuscrita sobre los presuntos acosadores, cuya cobarde conducta habría llevado a que la chica, aun habiendo pasado tiempo desde aquel infierno en el que se vio atrapada, nunca pudiera superar ese trauma. Los fríos números nos llevan advirtiendo de que las tasas de suicidios crecen de forma continua, especialmente entre los más jóvenes. Pero, a pesar de ello, los sucesivos gobiernos de turno jamás han abordado el tema con la urgencia que merecía, decantándose  en las campañas electorales por vendernos promesas vacías de contenido, que analizadas con un mínimo de rigor, se desinflan por si solas.

Pero volviendo al tema que nos ocupa, ¿Qué es lo que está fallando si nos ceñimos a los más jóvenes? Su complejidad radica en que, tras cada caso, puedan existir catalizadores distintos que lleven a que incluso un menor de edad no vea otra salida que el suicidio para los problemas generados por un entorno hostil.

Se da la circunstancia de que la joven que ha sido portada estos días por precipitarse desde el Cerro de Santa Catalina (un lugar en el que, por ser recurrente en este tipo de desgarradores sucesos, convendría llevar a cabo algún tipo de reforma en favor de una mayor seguridad). Con su carta de despedida alertaba de la existencia de acosadores. ¿Es este un rasgo común en los suicidios? La pregunta no tiene una respuesta simple ni seguramente única.

Repito que algo está fallando y es imposible negarlo, comenzando por la reacción “tipo avestruz” que algunos colegios adoptan cuando un padre va a exponer un problema de este tipo. Un problema que, con tanta dificultad y casi vergüenza, algunos de sus hijos le ha confesado. Se trata de algo intolerable y contrario a una de las misiones de un centro educativo, que además de impartir a sus alumnos los contenidos definidos por el plan de estudios correspondiente e inculcarles unos valores éticos, debe garantizarles una seguridad física y emocional.

Son deficientes por tanto los protocolos contra el acoso, no existen o se limitan a un folio olvidado en el fondo de un cajón, en lugar de ser conocidos y divulgados entre el personal administrativo y auxiliar, profesorado y alumnos. Por otro lado, el perverso uso que se hace de las tecnologías lleva a que el acoso no se limite al horario escolar como antaño, sino que se persiga al acosado las 24 horas del día.

Basta ya de paños calientes para una realidad que debe atajarse. Y aquí no cabe otra medida que la de endurecer los castigos para los culpables. Más aun cuando se acaba entre los lloros y la rabia de quienes habían alertado sobre lo que podía llegar a ocurrir. Cuando la educación tradicional se demuestra en ciertos individuos inútil, habremos de acosar al acosador con otro tipo de educación, de tipo punitivo.

Fuente LA NUEVA ESPAÑA