02 septiembre 2022

Luis Gardey, asturiano de Quintes

La banda sonora de nuestras vidas 

Antonio Trevín

Era un domingo invernal. Hace más de un lustro. En la Casa Kilo de Quintes. Una cena de amigos. Compartíamos mesa Toni Fidalgo e Irene su mujer; José Luis Vigil y la suya. Charo; Javier Martínez, aquel día solo; Luis Gardey con Odalys. Mi esposa Luisa y yo. Acabada la cena, con general satisfacción, sacaron guitarras y micrófonos. Antes de iniciar la actuación, Rodri, el patrón de la casa, arropándonos como siempre, preguntó, a la única mesa ocupada a aquellas horas en el comedor, si les importaba que cantáramos. Contestaron que encantados. Era una pareja joven, desconocedora, por tanto de la mayor parte de las canciones que s e interpretaron. Pero se unieron al grupo y nos acompañaron a lo largo de toda aquella noche y su correspondiente madrugada.

Tuvieron la extraordinaria satisfacción de escuchar a una de las mejores voces españolas desde los años 60, protagonista de grandes gestas de la canción española. En 1972, triunfó representando a nuestro país en la “Copa Europa de la Canción”, que se celebró en Bélgica. Gardey formó equipo con Nino Bravo y Mónica Morales. Seleccionados por TVE se alzaron con el primer premio Ciudad de Knokke. En la final compitieron con un gran equipo inglés, del que formaba parte Malcolm Roberst, gran rival entonces de Tom Jones.

La historia de José Luis García Morís es un ejemplo de superación personal. Nació en Quintes, en el concejo de Villaviciosa y lo de cantar le viene de lejos. De muy niño su madre le sorprendió ya tarareando, con una pera de la luz simulando un micrófono.

Enseguida destacó por su voz potente y bien modulada. Con dieciséis años debutó en Radio Gijón. Aquel trampolín le sirvió para comenzar a cantar en verbenas populares. Gijón fue el principal escenario de sus actuaciones. Deleitó a sus fans del Club de Regatas, Somió Park, o el Hotel Miami. Acababa la actuación y a recorrer los catorce kilómetros de vuelta a casa en bicicleta. Más de tres cuartos de hora por la vieja nacional 632, con sus curvas y pronunciadas pendientes. Con veinte años, queda huérfano al fallecer su madre. A su progenitor lo había perdido con apenas diez.

En 1958, lo oye cantar Jorge Sepúlveda y lo convence para trasladarse a Madrid. Durante cerca de dos años actúa como vocalista en diversas orquestas. Después, en Radio Madrid, conoce a José Luis Pecker, que lo ayuda a convertirse en toda una estrella.

Desde entonces encadena triunfo tras triunfo. En 1963 se convierte en cantante de los Brujos en sustitución de Tino Mora. En 1964, ya en solitario, se convierte en ídolo con “Déjala, déjala”, por encima incluso de Raphael y Mike Ríos. En 1965, con “Ma Vie” consigue el Disco de Oro de TVE, con el que acabó de cimentar su fama. Y ya, como figura, actúa en el Jardín de nuestro Gijón juvenil.

A partir de ahí todos serán triunfos. Como cantante y en su faceta, menos conocida, de compositor. En 1981 saca el LP “Devaneos”, con composiciones suyas. El título coincidía con el de una de canciones, que enamora a Julio Iglesias. De la colaboración entre ambos surgen dos grandes éxitos: “Ni te tengo ni te olvido”. Fortes fortuna adiuvat, escribió Virgilio. La fortuna ayuda a los audaces. Y más si ello unes esfuerzo y tesón.

Fuera de Asturias, Gardey, fue siempre uno de nuestros grandes embajadores. En Madrid con su pub “Watergate”. Y en Cuba, a donde llegó como cantante y se quedó como empresario. Pero estas, apreciado lector, son interesantes historias que merecen ser relatadas otro día.

Asturias tiene pendiente un gran homenaje a Luis Gardey. Y no por ser uno de mis mejores amigos, sino porque, como diría Márius Carol, él es uno de los que compusieron la banda sonora de nuestras vidas.

Fuente LA NUEVA ESPAÑA