05 febrero 2022

Quintes y Quintueles, el reverdecer del campo a la puerta de la ciudad: “Se vende todo, hasta lo no edificable”

Las parroquias maliayesas que han incrementado su población en casi un 40% en este siglo gracias a la vecindad de Gijón y a una oferta de “calidad de vida” rural a diez minutos del centro

Marcos Palicio -  Quintes / Quintueles (Villaviciosa) | 28·01·22

Por detrás de la escuela rural de Quintes, o más bien del edificio de ladrillo visto y grandes ventanales que identifica a un colegio de pueblo de los de toda la vida, asoma un pabellón granate y blanco de fábrica inequívocamente más reciente cuya sola presencia informa de que aquí, últimamente, han pasado cosas. Dice una placa que el nuevo aulario se inauguró a finales de 2013 y alguien apostilla un “por fin”. La ampliación, largamente demandada, funciona como una señal visible de la hinchazón de la población que ha disparado el censo de las parroquias maliayesas vecinas de Gijón hasta niveles olvidados en el resto de la declinante y deprimida Asturias agraria. En este pueblo no se cierran escuelas; aquí se amplían, y a eso de las dos de la tarde da fe del crecimiento la estampida de los ochenta alumnos de tres a doce años, de Quintes, Quintueles y San Miguel de Arroes, que salen del centro, el aula más concurrida de las seis que integran el Colegio Rural Agrupado La Marina de Villaviciosa, “uno de los CRA más grandes de España”, presume su jefe de estudios, Fernando Muñiz.

Gracias al mapa y a las comunicaciones las parroquias del Oeste del concejo de Villaviciosa han encendido una luz en el desierto de la Asturias agraria en serio riesgo de despoblamiento. Sea el Oeste de Villaviciosa o el Este de Gijón, el caso es que en esto que está a diez minutos del centro, pero que “al final es un pueblo”, vive cada vez más gente. Mucha más de un tiempo a esta parte, aún más desde el susto del confinamiento pasado entre las cuatro paredes de un piso… “Se vende todo, hasta lo no edificable”. Tamara Meana lleva en Quintes el tiempo suficiente para haber percibido el cambio que va de los mil habitantes casi exactos que sumaban Quintes y Quintueles en 2001 hasta los 1523 que atribuía a las dos parroquias la actualización de 2021 del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Es casi un cuarenta por ciento de crecida y se podría llegar a decir que a los 435 de la diferencia los ha traído la autovía. La A8 pasó por aquí en 2002 y evitando las vueltas del alto del infanzón por la vieja nacional dejó Gijón ahí mismo, a un paso corto que dio gente encantada de vivir con las posibilidades de expansión y la “calidad de vida” de un pueblo a la vez con “la felicidad de estar al lado de todo”, resalta Meana.

Arancha Corrales tomó hace siete años la decisión de mudarse a Quintes desde Gijón. Fue “por no estar en un piso” y tener “más independencia”. “por ganar  calidad der vida”, y un tiempo después el confinamiento de 2020 reafirmó su sensación de acierto.

No es la única. Solo en el año que va de la actualización de 2020 a la de 2021, la suma de Quintes y Quintueles pasó de 1377 habitantes a 1523, 146 residentes y un diez por ciento más en este año de pandemia en el que, aquí coinciden todos, se ha disparado el magnetismo de esta vida rural que escapa sin separarse del todo de la gran ciudad. Incluso hay quien se ha buscado motivos para descreer del censo oficial y se ve más gente de la que le atribuyen las estadísticas. Dionisio Novel, presidente de la Asociación de Vecinos de Quintes, ha recalculado la población de la parroquia tomando como base el consumo de agua de la parroquia y su cotejo con la media nacional por habitante y año. Le sale más del doble: los 696 vecinos oficiales del último censo del INE serian 1.400 reales, lo que querría decir  que “más de la mitad de las personas que viven aquí no se empadronan” y siguen manteniendo el vínculo, laboral, escolar o sanitario con Gijón. Eso también lo da la cercanía.

Dionisio sabe que cuando habla del incremento del vecindario en esta zona habla también del contacto con la naturaleza que muchos añoraron a partir de marzo de 2020, de la certeza de que “estando al lado de Gijón, esto es más barato que casi todo el entorno periurbano”, pero también de la oferta de servicios y de “conciliación”. Él regenta en el pueblo “Pequequintes”, un centro infantil que además de servicio de guardería para menores de tres años ofrece el comedor para alumnos de la escuela a los que sus padres no tienen tiempo de recoger a la salida del CRA. Hoy ha venido a por Zulema, a veces se lleva a comer a quince niños….. “Una de las palabras clave para la fijación de familias en el “mundo rural es la conciliación”, remarca, hablando de la posibilidad de tener aquí la misma cobertura y las mismas posibilidades que en una ciudad, recibiendo como “aire fresco” la imagen insólita de los ochenta niños que llenan las aulas ampliadas del CRA La Marina, donde en consonancia con el boom demográfico de su entorno la matricula ha crecido un treinta por ciento en dos años.

El aumento “se notó mucho con la pandemia”, apunta Fernando Muñiz mientras reclama inversiones para mejorar el centro e identifica en el tipo de aprendizaje que proporciona la escuela rural, y en su “atención casi individualizada”, otra de las ventajas que hacen atractiva la vida en este punto del medio rural vecino de puerta urbano.

Dionisio Novel le acompaña en la percepción de que en este Oeste de Villaviciosa “todo lo que se pone a la venta se vende”, o en la sensación de que tal ver urja que el nuevo plan urbano del concejo “salga adelante, porque se supone que se puede generar una mayor oferta de suelo…” Aquí como en Quintueles, un observador que no hubiera vuelto desde hace unos decenios se asombraría a la vista de las parcelas con casas y chalets que han brotado casi por todas partes, pero su proliferación no ha alterado gravemente el paisaje genuinamente agrario, o no al menos a golpe de urbanización uniformizante como en otras áreas del campo asturiano.

En Quintueles hay tres chalets segundos que no encontraban comprador hasta el covid y ahora están ocupados, pero la pandemia solo aceleró en movimiento que llevaba unos cuantos años en marcha. “La autopista fue la clave de todo, volcó ente pueblo”, señala Mercedes Menéndez a las puertas de las viejas escuelas de la localidad, un inmueble gemelo del de Quintes reconvertido aquí en edificio de esparcimiento multiusos. Ángel Cotiello llegó hasta aquí, abandonando el piso de Gijón, poco antes que la autovía, hace 22 años, y de la convicción de no haberse equivocado da testimonio el “póngome de mal humor” con el que retrata algunas de sus visitas a la ciudad, por ejemplo las que le obligan a dar vueltas para encontrar aparcamiento.

Al centro urbano se llega desde aquí casi en el mismo tiempo que desde algún barrio de la periferia urbana, y en esa certeza empírica de su vida cotidiana descansa la convicción de Enrique García respecto a los motivos que explican la inflación de la demanda de suelo que se percibe a simple vista en el pueblo. También él ve que “mucha gente es reacia a empadronarse”, y que las cifras reales pueden desbordar ampliamente las del censo oficial de residentes, pero no le inquieta el riesgo de que detrás de la hinchazón se esconda la paradoja de una merma en la vida colectiva de la localidad, o el fantasma de la “ciudad dormitorio”. “Hay mucha vida”, dice en Quintes Tamara Meana; hay “mucha actividad” gracias a unas asociaciones de vecinos muy dinámicas y “mucha gente casi recién llegada que ya es como de mi familia”, corroboran en Quintueles Ángel Cotiello y Mercedes Menéndez. El peligro está ahí, confirmará Novel, “pero el afianzamiento de nuevas familias en el entorno rural es siempre una buena noticia”.

A Mercedes le acaba de llegar la fibra óptica, que por experiencia propia sabe esencial para que desde aquí también se pueda trabajar, y resume las ventajas que han multiplicado el censo en una pregunta categórica: 2Si puedo vivir aquí y estar en Gijón en diez minutos ¿Para qué quiero quedarme en Gijón?

Fuente: LA NUEVA ESPAÑA

Arancha Corrales y Tamara Meana
Zulema y Dionisio Novel
Enrique Gracia, Mercedes Menéndez y Ángel Cotiello

 

Niños saliendo del Colegio