Inventario de las campanas y biografía de Carlos Morís Buznego y Abel Buznego Pidal, campaneros aficionados de la iglesia de San Fabián y San Sebastián de Quintes
IGLESIA SAN FABIÁN Y SAN SEBASTIÁN DE QUINTES: Se trata de una espadaña de piedra con dos campanas de sonido grave y profundo, refundidas hace cuarenta años aproximadamente, para lo que – cuentan los vecinos- se pidió colaboración a los parroquianos, quienes aportaron material campanil en forma de campanillas del ganado y otros utensilios metálicos de uso doméstico.
Están instaladas en un yugo de madera, encastrado en la piedra, aunque no les permite voltear ni bandear.
Su epigrafía común consiste en una cruz, situada hacia la mitad de la campana.
No tienen ningún tipo de mecanismo que las haga sonar, de modo que solo se utilizan manualmente.
En la parte superior de la espadaña se han instalado unos altavoces que reproducen toques de campana grabados.
CARLOS MORÍS BUZNEGO: Quintes 1944 – 2013, chapista. Fue campanero de San Fabián (Quintes), aunque solo tocaba con motivo de la fiesta patronal y, en raras ocasiones, con motivo del fallecimiento de algún vecino.
Aprendió a tocar sin ayuda de nadie, gracias a su gran habilidad, aunque refiere la relación con un tío suyo, que tocaba el tambor y las campanas, debido a la cual él también comenzó a tocar el tambor y a sustituirle en sus labores como campanero.
Para practicar lo hacía en la fragua de su padre con dos martillos sobre el yunque.
Cree que los ritmos que se tocan en el tambor también se hacen en las campanas “aunque de otra manera”.
Carlos Morís ha sido requerido a menudo en muchas parroquias, donde no había campanero, para tocar el día de la fiesta. Algunos ejemplos son: PTYRT54eña-Francia, Villaverde, Oles, Arroes, Arguero etc.
Tocaba diferentes repiques. Era innovación de su hermano Gonzalo Morís Buznego – campanero y tamboritero – tocar “la raspa” en las campanas. Él lo utilizaba como toque festivo.
ABEL BUZNEGO PIDAL: Quintes 1945, restaurador hostelero. Es campanero de San Fabián (Quintes)
“Hace años, en el mes de mayo, para celebrar el “mes de las flores”, tenía lugar una misa, diariamente, a las ocho de la mañana y se tocaban las campanas cinco o diez minutos antes dela celebración para anunciar el comienzo. Para ello se tocaba solo la campana grande, sin repicar, dando badajazos sueltos seguidos a un tiempo moderado”.
Cuenta que, para avisar de la misa dominical, se repicaban las campanas una hora antes, dando una campanada suelta al final de la primera serie; otro segundo repique media hora antes, con dos badajazos sueltos cuando acababa la segunda serie y ya a la hora del comienzo de la ceremonia, momento en el que no se repicaba sino que se tocaba una campana varias veces seguidas, avisando del inicio de la misa.
Con ocasión del fallecimiento de algún vecino se tocaban las acostumbradas “posas” – percutiendo una campana y no tocando la otra hasta que desaparecía el sonido de la anterior. Para terminar la serie o “posa” se hacía una progresiva y lenta aceleración de golpes con ambas campanas alternadas -, de forma diferente según el sexo del difunto (dos “posas” para la mujer y tres para el varón). En los fallecimientos de los niños se tocaba de igual modo que cuando morían los adultos, sin distinción significativa.
Recuerda una ocasión en que se tocó “a fuego”, con ambas campanas, lo más rápido y fuerte posible, sin orden ni concierto, para comunicar la urgente necesidad de colaboración de los vecinos para extinguirlo.
En la actualidad, salvo el día de la fiesta, en que puede ayudar a repicar, su actividad se reduce a tocar “a finado” cuando el párroco se lo solicita.
Información extraída del libro Campanas y Campaneros del Arciprestazgo de Gijón