Junto con su marido levanto un
complejo hostelero que se convirtió en un referente
S. GARCIA ANTÓN
Villaviciosa, y el resto de
Asturias, llora la muerte de Rufina Vega Sierra, quien junto con su marido
levantó el Managua, complejo hostelero de referente en toda Asturias durante
más de treinta años. Ubicado en Quintueles, por sus instalaciones pasaron miles
de personas, desde la década de los años setenta hasta su cierre, en 2005.
Rufina Vega, nacida en 1938, y su
marido, Fran Carrio, se volcaron con este complejo hostelero, que fundaron con
mucho esfuerzo y trabajo. Ambos eran muy jóvenes cuando se casaron. Fran,
langreano, combinaba el servicio militar con un trabajo en la construcción, Y
Rufina aprendía a ser modista. Pero ambos decidieron dar un paso adelante para
cambiar sus vidas y se embarcaron en una aventura que les llevó a Bruselas,
donde pasaron varios años y lugar en el que nació su único hijo, Javi, que
fallecería años después.
La familia regresó a Asturias
unos años después y se estableció en Gijón. Fran Carrio, que era constructor,
se fijó en una parcela en Quintueles y decidió construir allí un par de casas.
Ni de lejos sospecharon que aquello acabaría siendo el Managua, un referente en
el sector del ocio.
El socio con el que Carrio
construyó estas casas falleció y compraron su parte. Y aquellas viviendas se
convirtieron en un bar y un pequeño comedor. Abrió al público el 22 de mayo de
1973. Tres años después el Managua acogió su primera boda. Rufina, para captar
clientes, incluso les hacía a las novias el vestido de forma gratuita si
celebraban el convite en su restaurante.
Así empezó a escribirse la
historia del Managua. Dos años después abrieron una discoteca, que llevaba su
hijo. Todo iba bien y con perspectivas de ir aún mejor cuando Rufina y su
marido sufrieron un golpe del que nunca llegarían a recuperarse. Su hijo, que
tenía 24 años, fallecía en circunstancias trágicas. La pareja no lograba
sobreponerse a este duro golpe y fue Sebastián Pérez, su hombre de confianza,
quien mantuvo los compromisos de ambos hasta que poco a poco pudieron volver a
hacerse cargo del Managua.
De este modo, la historia del
Managua no sólo no se detuvo, sino que siguió creciendo. Se sucedieron las
ampliaciones del complejo hostelero, abrieron la primera piscina e instalaron
dos pistas de tenis. También acogió el Managua, que recibió este nombre en
recuerdo de las víctimas del gran terremoto ocurrido en 1972 en la capital
nicaragüense, un estanque con patos, gansos, cisnes, faisanes y pavos reales,
así como una gran variedad de aves exóticas en jaulas acristaladas.
Fuente EL COMERCIO