27 junio 2018

Antiguo trato delante del bar Casa Eladio

El tratante de ganado a domicilio es uno de esos oficios casi  en extinción que acabó siendo desplazado por las ferias especializadas.
Dicen los que han practicado el oficio que “para ser tratante había que tener unas características muy especiales como capacidad de persuasión, labia que se diría ahora, apreciar la calidad del ganado sin mostrar interés, temple para no calentarse, etc.”. 
Hacia los tratantes había una especie de admiración y respeto y hasta su indumentaria era característica. Con su blusón negro, sombrero y vara de avellano observaban las reses que estaban sueltas por las fincas antes de entablar contacto con el propietario e intentar cerrar el trato. En otros casos era el propio ganadero el que avisaba al tratante de su confianza. Debemos tener en cuenta que algunas de estas profesiones fueron las que ayudaron a mantener y a desarrollar la inmensa tarea del progreso. 
Cuando las partes lanzaban sus primeros envites del estilo de… “no digo que no”, “todo puede ser”, “si se puede saber”, “como saber se puede saber todo”, “se puede pero no es lo correcto”, “como poder, se puede”. En el segundo asalto la cosa se aceleraba, y el tratante soltaba un órdago de… 10.000 pesetas, el vendedor arrugaba el ceño… pedía 12.000 pesetas y ahí entraba el maestro que terciaba… “A juntar las manos, y partir la diferencia”; el trato estaba cerrado; y pobre de aquel tratante o ganadero que se echara para atrás en el trato que ya no compraba más ganado en toda la zona. 
De todos son conocidas las grandes ferias y mercados de ganado donde se realizan actualmente las transacciones, pero hoy queremos resaltar aquí la figura de aquel antiguo tratante que recorría los pueblos en busca de ganado para revender. 
QUINTES Mirador del Cantábrico


Moisés Carriles, del bar Lalo, y María Palacio del bar Eladio simulan un trato, a la derecha Mundo que ejercía de supuesto mediador