20 mayo 2018

José Luis Bragado García, de Valladolid, recibió ayer el premio del XI concurso de Cuentos Infantiles Félix Pardo

El acto, celebrado en el local Social Clarín, reunió a más de medio centenar de personas y cierra las actividades culturales de las XXXI Jornadas Gastronómicas de la Llámpara 2018 en Quintes y Quintueles. 
El concurso, convocado por la Sociedad C. R. Clarín de Quintes en honor a Félix Pardo presidente de la Sociedad entre los años 2000 a 2006, cuenta con un premio de 700 Euros patrocinado por su familia y una placa conmemorativa. 
La mesa presidencial estuvo formada por Juan Rubio, concejal de Medio Ambiente del ayuntamiento, Pilar Moris, presidenta del Clarín, Clara Ojeda, coordinadora del concurso, y Pepe Pardo, hermano de Félix. 
La primera intervención corrió a cargo de Pepe, con un discurso en el que resaltó las virtudes de la lectura y animó a sortear el mal momento por el que está pasando, debido principalmente a las nuevas tecnologías y a la falta de apoyo institucional. 
Acto seguido intervino el ganador del concurso que dijo sentirse muy agradecido por el premio y que estaba pasando un momento fenomenal en Asturias, donde le estábamos haciendo un extraordinario recibimiento. Asimismo explicó que había tenido una infancia difícil, leyendo cuentos entre las cuatro paredes de un duro internado y que la afición a escribir empezó a manifestarse en él hace unos años, probablemente como consecuencia de aquellas lecturas. 
También asistieron al acto el jurado del concurso, que estuvo formado por Natividad García, Clara Ojeda, Félix, María Bárcena, y Diego Vigorra, quienes una vez analizados los 75 trabajos presentados al concurso dieron como ganador el cuento de José Luis Bragado García, titulado “El Largo Viaje de Tino”. 
“El Largo Viaje de Tino”, cuenta la historia de un abeto llamado Tino que crecía en una gran maceta, donde le daba el sol y no le faltaba la luz ni el agua. Pero un día el trabajador del vivero lo llamó -“abuelo” y lo llevó al rincón de una enorme sala. Las horas discurrían entre risas, regocijo y regodeo, ruido de sillas, resonar de dados sobre tableros y donde los niños no paraban de reír y cantar, llenaban la casa con la alegría de sus interminables juegos. Al día siguiente, todos se fueron como llegaron, en un abrir y cerrar de ojos en la casa sólo quedaron los abuelos. Poco a poco le fueron quitando de encima los adornos y Tino, acostumbrado a estar vestido con ellos, se sintió desnudo. La casa sin los niños se llenó de soledad y silencio, y el abeto se entristeció. Se quedó desconcertado cuando unos hombres lo sacaron de la maceta y, tras meterlo en un agujero que previamente habían hecho, lo taparon con tierra. Lo acababan de plantar. Los hombres se fueron, y Tino se sintió sólo por primera vez en su vida. Un día Tino quedó asombrado y pudo comprobar como toda la llanura ocre, se había convertido en un inmenso campo verde de plantas de trigo. El abeto se presentó a sus nuevos vecinos y pronto entablaron una gran amistad, al mismo tiempo un misterioso personaje llegó por el arroyo, ante el asombro de todos. Al nadar, desprendía destellos luminosos con los colores del arco iris. Se llamaba Eloisa, era una hermosa sirena. 
A punto de entrar el verano, la sirena no se podía quedar allí más tiempo, o moriría. Todos lo entendían, pero Tino no se resignaba a perderla; estaba tan enamorado de la sirenita, que creyó morir el día de su partida. Para tranquilizarlo Elena le indicó que la lluvia era agua que se evaporaba del mar, por eso, siempre que lloviera, a través de esa agua, le enviaría muchos besos que se impregnarían por todas sus ramas, aun así, Tino estaba dispuesto a hacer todo lo posible por reunirse con la sirena, pero enraizado como estaba, no podía hacer nada. 
De repente, se puso a diluviar y, el arroyo, sin poder contener tanta agua, se desbordó. Tino se vio flotando y navegando a gran velocidad. La corriente lo arrastraba con ímpetu. El arroyo lo dejó sobre el Pisuerga, y de éste al Duero. Durante días, las corrientes le hicieron sentir su fuerza, su furia, pero el abeto luchaba sintiéndose más vivo que nunca. Tragó mucha agua en forma de savia, pero la ilusión por llegar hasta el lugar donde vivía la sirena le hacía superarse. 
José Luis Bragado García nació en Valladolid en el año 1950. Desde hace diez años concurre en certámenes de narrativa breve y poesía, habiendo sido premiado en más de 170 ocasiones por toda la geografía española. Tiene unos 75 trabajos publicados y colabora con revistas culturales e interviene en actos literarios donde lee sus relatos y declama su poesía. 
El acto, presentado por el secretario de la Sociedad Clarín Dioni Novel, contó con la actuación del Cuarteto de Viento de la Banda de Música de Villaviciosa y finalizó con un vino español de confraternización. 
QUINTES Mirador del Cantábrico 

 Mesa presidencial: Juan Rubio, Pilar Morís, Clara Ojeda y Pepe Pardo

 Publico asistente al acto
 Cuartero de Viento de la Banda de Música de Villaviciosa
 Intervención de Pepe Pardo
 Intervención de José Luis Bragado García
 Entrega del premio en metalico
 Entrega de la placa conmemorativa
 José Luis Bragado con la familia de Félix Pardo
Foto de familia: Izq, Natividad García, Diego Vigorra, María Bárcena, Félix, Clara Ojeda, José Luis Bragado, Juan Rubio, Pepe Pardo y Pilar Morís